viajar en moto

LA REALIDAD DE VIAJAR

En este post quiero tratar sobre la realidad de viajar que intentan mostrarnos en internet. La redes sociales son en su gran mayoría un escaparate de felicidad. Fotos de paisajes idílicos, impregnadas de luz y de color, de sonrisas y abrazos. Imágenes que parecen estar rodeadas por un halo de divinidad, como si no perteneciesen a esta tierra. Fotogramas de una película quizá. Cuando uno las ve, se siente triste y se plantea qué es lo que está haciendo mal. Yo tengo respuesta a esa pregunta: NADA.

Claro que no estás haciendo nada mal. O quizá si. Depende de lo que estés luchando por llevar la vida de tus «sueños». Y con llevar la vida de tus «sueños» no me refiero a llevar la vida «soñada». No es lo mismo.

Con este post quiero darle un poco de realidad a todo lo que hay detrás de un viaje y mostrar lo que poca gente muestra: el backstage. Para que me ayude a explicarlo mejor, voy a escoger como referencia un viaje que hice en moto recorriendo algunos pueblos de Andalucía.

Llegaba la Semana Santa y tenía sólo seis días de vacaciones. En ese momento por motivos laborales no disponía de mucho tiempo para viajar, por lo que intentaba aprovechar al máximo, aunque solo fueran un par de de días el fin de semana, así que organicé todo lo necesario para pasar los siguientes seis días en moto y consulté todas las apps y webs que me ayudan a planificar mejor mis viajes antes de salir.

Recuerdo que la noche antes de salir dormí fatal. Me acosté pronto, leí como estoy acostumbrado a hacer y no conseguía conciliar el sueño. A la mañana siguiente y después de haber dormido sólo tres o cuatro horas, me desperté echo polvo. Tomé un buen desayuno y cargué todo en las maletas. Me notaba sin fuerzas y mover los 250 kilos que pesa la moto cargada para sacarla del garaje me resultó un esfuerzo ímprobo.

La realidad de viajar
Todo cargado y preparado para salir.

Cuando llevaba recorridos unos 250 kilómetros, paré a comer en un bar de carretera. Al bajarme de la moto noté calambres en los brazos, pero no le di importancia, supuse que sería por el cansancio. Me comí un bocadillo y me tomé una coca-cola.

Seguí ruta y a la hora tuve que volver a parar. Me dieron unos retortijones de estómago terribles, preludio de una gran diarrea. La siguiente hora se me hizo eterna. Tuve que parar al menos otras cinco veces. Y como la diarrea no avisa, en dos ocasiones lo tuve que hacer escondido detrás del pretil. Por suerte llevo siempre un botiquín con medicinas y me tomé un antidiarreico. Esto es algo que me llama la atención enormemente, casi nadie menciona el llevar un botiquín de emergencia con medicinas y cosas de primeros auxilios.

LLEVA SIEMPRE UN BOTIQUÍN DE PRIMEROS AUXILIOS CON MEDICINAS

En mi última parada me notaba un poco febril, quizá tenía unas décimas. Yo no suelo ponerme malo, pero cuando me da fiebre el mercurio sube bien alto. No quería cancelar el viaje, por lo que decidí ir a casa de mis padres en Málaga y descansar algo, a ver si mejoraba.

Llegué pasadas siete horas, aparqué la moto en el garaje, me tomé la temperatura, tenía 38,5º y me metí en la cama. Desperté tres horas después con todo el cuerpo dolorido y empapado en sudor. Me volví a tomar la temperatura; 39º. Tomé un paracetamol y de nuevo a la cama. Mis padres viven en Madrid y en Málaga estaba solo.

LA SOLEDAD SIEMPRE SE MANIFESTARÁ AL VIAJAR SOLO

Cuando se habla de viajar solo todo el mundo habla de conocerse a uno mismo, de obligatorio para realizar introspección, contacto con el yo interior, conocer nuevas amistades que no harías si fueras acompañado y un sin fin de maravillas. No niego todas estas afirmaciones, pero en el lado contrario, siempre te tendrás que enfrentar a algo que pesa; la soledad. Por mucho que estés acostumbrado, por muchos kilómetros que hayas recorrido en solitario, la soledad siempre se manifestará de alguna forma o de otra. Y, cuando enfermas, estar solo aumenta la sensación de soledad hasta límites insospechados.

La realidad de viajar
Esta foto la saqué a mitad de camino. No sonrío mucho, ya me encontraba bastante mal y la fiebre me había subido.

A la mañana siguiente casi no podía ni moverme. No tenía fuerzas para coger la moto, por lo que decidí descansar otro día más para recuperarme lo mejor posible. Me sentía mal, pero por otro lado un privilegiado por poder pasar esos día bajo un techo conocido. Pasarlo en tienda de campaña habría sido mucho peor.

Al día siguiente me desperté mejor, todavía tenía unas décimas y me sentía débil, pero ya me encontraba con fuerzas como para intentar alguna ruta.

PONERSE ENFERMO EN MEDIO DE UN VIAJE ES UNA REALIDAD POSIBLE

Para llevar menos peso decidí dejar algunas cosa en casa y salir con lo necesario. Por si acaso me llevé la tienda de campaña. Tomé la carretera de la playa con intención de llegar a Tarifa. El calor apretaba y, aunque mejor, ir con unas décimas de fiebre en la moto y con toda la equipación, hace que transpires como si estuvieras en una sauna.

La realidad de viajar
Parada en un mirador desde el que se ve la costa.

Viajar en moto te aporta unas sensaciones y libertades que no logras conseguir en un vehículo cerrado. Sentir el viento en la cara, meterte por cualquier camino o parar prácticamente en cualquier lugar por pequeño que sea. Pero, también tiene su parte negativa. Es mucho, mucho más cansado que ir sentado en una furgo o en un coche. Los brazos se te cargan, el cuello, hombro y dorsales terminan resentidos, y, si viajar en coche enfermo cuesta, imagínate en moto.

RECORRER MILES DE KILÓMETROS EN CUALQUIER VEHÍCULO SUPONE UN GRAN ESFUERZO, TANTO FÍSICO COMO ECONÓMICO.

Por suerte el estómago me daba menos guerra, por lo que no tenía que hacer paradas de forma intermitente. No terminaba de encontrarme bien pero no iba a perder otro día más encerrado en casa.

Llegando a Tarifa se comienza a notar el viento que la azota. De nuevo, si muchas veces en furgo se siente como se mueve la carrocería, cuando sopla fuerte, la moto se mueve para todos los lados. En otras ocasiones he tenido hasta que parar por la imposibilidad de seguir conduciendo.

Antes de entrar en Tarifa hay una carretera con deliciosas curvas y el «mirador del estrecho» desde el que, en días despejados, se puede ver África.

Mirador Estrecho África
Mirador del Estrecho con África de fondo.

Llegué a la playa de Valdevaqueros; allí paré para descansar y comer algo. Aproveché para pisar la arena descalzo y meter los pies en el agua. Otro de los contras cuando se viaja en moto es la intimidad o privacidad de un espacio cerrado. Si viajas en moto, excepto que pagues por alojamiento, estarás sin esas cuatro paredes que en ocasiones sirven de cobijo.

Playa Valdevaqueors
Descansando en la playa de Valdevaqueros. Detrás de la cámara me encontraba yo aún recuperándome.

SI VIAJAS EN MOTO ECHARÁS DE MENOS LA INTIMIDAD QUE SÍ TENDRÍAS EN FURGONETA CAMPER

Aquel día volví a Málaga para no tener que dormir en el suelo encima de una esterilla y después de un sueño reparador, me encontraba en forma como para continuar la ruta.

Me quedaban tres días de vacaciones así que decidí visitar los lugares que más llamasen mi atención. Uno de ellos era el pueblo de Júzcar, también conocido como el pueblo de los Pitufos.

Juzcar
Júzcar, el pueblo de los Pitufos.

En 2011, la agencia de publicidad española que colaboró con Sony en el lanzamiento del largometraje de Los Pitufos, pintó todas las casas de azul para conmemorar el estreno mundial de la película en el pueblo. Los juzcareños optaron por dejarlo de este color ya que le dio fama internacional. A pesar de ser un pueblo de 300 habitantes aproximadamente, están acostumbrados al turismo y se muestran serviciales.

De Júzcar me desplazé hasta Ronda, para conocer su gran puente colgante. Es una ciudad asentada sobre una meseta cortada por un profundo tajo excavado por el río Guadalevín. Di una vuelta rápida por la zona del puente y me marché; estaba hasta arriba de turistas, costaba hasta caminar. Justo debajo del puente hay dos vías ferratas, aproveché que me encontraba un poco mejor para hacerlas y aquella noche pernocté en una zona cercana al río.

PERNOCTAR EN TIENDA DE CAMPAÑA O DE VIVAC NO ES LO QUE PARECE

Estamos acostumbrados a ver preciosas imágenes de una tienda de campaña a la vera de un río de agua calmada, cristalina y de azul intenso en el que se reflejan las llamas de un buen fuego que aporta calor a la noche. Un cielo límpido de nubes y despejado. En muchas de estas imágenes se puede ver hasta un portátil, conectado a un pequeño proyector para no perderte tus películas o series preferidas. Se respira paz, conexión con la tierra, ganas de vivir ese momento, pero…NO ES REAL. Todas estas imágenes tan fantásticas que vemos son montajes.

Por regla general, a la vera de un río o en lugares cercanos al agua y más aún en noches de verano, hay infinidad de mosquitos y de insectos. Revolotean alrededor de tu cabeza como si fueran obuses y se posan en todas las partes de tu cuerpo, son realmente un incordio. Con respecto a hacer un buen fuego, si estás acampando en otro país quizá esté permitido, no así en España, donde únicamente podemos hacerlo en caso de que se necesite como método de supervivencia ante una situación extrema.

En aplicaciones como Park4night encontrarás lugares donde pernoctar.

LLUVIA, VIENTO, CALOR SOFOCANTE O GÉLIDO FRÍO FORMAN PARTE DE LA REALIDAD DE VIAJAR

En cuanto al proyector…en fin, nunca me he cruzado con un montañero o aventurero que lleve en su mochila un proyector por si acaso se aburre y le apetece ver una película. También quiero señalar que, noches despejadas de cielo descubierto hay muchas, pero también otras en las que no deja de llover y el viento azota con tanta fuerza que la tienda de campaña se mueve para todos los lados, silba y te pega golpes sin ton ni son. Tampoco tenemos que olvidarnos de los ruidos, ya que en las urbes hay una gran variedad, pero en el monte también. Animales, insectos, la propia naturaleza.

Cuando duermes a la intemperie de vivac, si llueve tendrás que salir corriendo, y si hace frío, o vas muy bien abrigado y con equipamiento técnico, o no vas a poder pegar ojo en toda la noche del tembleque.

Aquella noche en Ronda, dada la ubicación en la que había decidido pernoctar, apartado del tumulto, había muchos mosquitos por lo que decidí montar la tienda. No llegué a dormir agusto, todavía me encontraba convaleciente.

acampada
Pasar la noche en tienda de campaña no es siempre lo que parece

Amaneció y decidí ir en dirección a Sierra Nevada. Primero subí a la estación de esquí pero al llegar arriba me di la vuelta; era plena temporada y estaba masificada. No soy muy amigo de las grandes aglomeraciones de gente, por lo que decidi bajar a los pueblos de la Alpujarra y visitar Trevélez.

Es un pueblo remoto, al que llegas por una estrecha pero bien asfaltada carretera. Esta carretera no llega a ningún otro sitio, termina en esta localidad. El calado brillante de las casas de todo el pueblo contrasta con el paisaje. La parte alta está situada entre los pueblos habitados a mayor altura de España, sobre la falda suroeste del magnánimo Mulhacén. Rodeado de grandes macizos montañosos, es famoso por su jamón ibérico.

Tras hablar con varios lugareños me volví a subir en la moto y tomé dirección a Málaga para descansar; al día siguiente tenía casi 550 kilómetros hasta mi casa en Madrid.

La vuelta también se me hizo más larga y cansada de lo normal, no sé qué virus o infección me había dado pero, hasta pasada una semana, no logré encontrarme al 100%.

Por último, mencionar que la intención de este post no es quedarme únicamente con los contras que tiene viajar. Me encanta viajar y me aporta miles de experiencias positivas, pero como todo en esta vida, también tiene partes menos agradables.

Espero que mi experiencia te haya servido para darle un toque de realidad a todo aquello sacado de una fotografía, ya sabes que puedes dejarme cualquier comentario o duda que te surja al respecto.

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